Y llegaron las
vacaciones de verano... Eso también significa un nuevo cambio para
nuestros hijos. Terminan el cole, la rutina del día a día y empieza a
descontrolarse todo un poco. El hecho de no madrugar, de acostarse más
tarde, romper con la costumbre del curso escolar,... en resumen,
modificar hábitos durante estos meses de verano puede conllevar al caos
si no lo tenemos todo bien organizado. No estoy hablando de seguir a
rajatabla un horario, eso ya lo hacen durante el resto del año, sino
establecer un planning en el que predominen las actividades de ocio,
sin olvidar ciertas obligaciones diarias. Para
ellos, toda permuta significa nueva adaptación al entorno lo que
implica un periodo de acomodación, unos días de altibajos hasta que se
habitúen a la reciente situación. En estos meses que ya no hay clases, los hijos de padres trabajadores irán con los abuelos al pueblo o a la segunda vivienda de éstos, cuando no, como es el caso de Isaac, pasarán las horas en un casal d´estiu como suelen llamar aquí, en Cataluña, a los campamentos de verano.
Este
mes de mayo empezó mi duda en relación a qué tipo de centro eligiría
para pasar estas semanas de julio hasta mi esperada llegada de
vacaciones. Se trata de escoger un lugar que dé
confianza, es allí donde seguirá la educación que ya le estoy dando en
casa, que impartan valores a través de juegos y actividades para su
desarrollo, esto aumentará la capacidad cognitiva y/o del lenguaje, que
es adecuada para su evolución. Además, conseguir un aprendizaje a través
de manualidades, excursiones, talleres de cocina, deporte,... todo ello
mediante la expontaneidad y experimentación de una mente llena de
curiosidad e ingenuidad. La
verdad es que estuve dudando hasta el último momento en apuntarlo al
campamento de verano de la misma escuela donde está estudiando, la que
estoy encantada por el acierto tan buena elección, o bien en el mismo
barrio donde suele ir por las tardes. Ambos lugares me dan confianza, la
duda era qué necesitaba mi hijo. Por un lado, estarían los compañeros y
monitores de su colegio, un centro donde imparten enseñanza para
alumnos con necesidades especiales y, por otro, estaría el esplai del barrio, donde se reúnen niños de diferentes edades escolares.
Un
ambiente normalizado es lo ideal para nuestros hijos, pero también es
un arma de doble filo. Hay niños que no entienden que existe la
diversidad de personas, que todos somos diferentes tanto físicamente
como en personalidad. El hecho de que estos pequeños adultos no
comprendan esta pluralidad puede ser debido a la educación que les dan
en casa o por un inicio de la insensibilidad, esto acarrea las
consecuencias de atacar a aquel que ven más débil, burlándose e incluso
agrediéndole en los peores casos.
Muchas veces, nuestros hijos, si son
las víctimas, no verbalizan la situación,encerrándose en sí mismos y
desahogando en otro momento su rabia contenida, sobretodo con quienes
tienen más confianza. Suele ser con los más allegados y nosotros, sin
saber el por qué de su conducta, tenemos que investigar el motivo de su
enfado. Isaac suele no verbalizar emociones y/o sentimientos, es algo
que trabajo día a día con él. Uno de los métodos que utilizo es la
libreta de las emociones: un trozo de papel en blanco puede servir para
darnos pistas de cómo ha ido el día. Sus emociones suelen salir en el
momento menos esperado del día, durante la cena o antes de ir a dormir,
por ejemplo. No hay que presionar, es mejor que nuestros hijos marquen
los tempus, encontrarán el momento adecuado para expresarse, a su
manera. Isaac lo hace de forma desordenada, mezclando frases que vamos
estructurando ambos para llegar a una conclusión. Se trata de un
bloqueo, por un estado de ansiedad que produce este hecho. Hay que
tratar la situación con la mayor serenidad posible, aunque el no
poderles proteger en todo momento nos angustie por dentro. Cierto es que
siempre queremos socorrer a nuestros hijos, pero debemos entender que
no siempre podemos hacerlo. Para ello, debemos de encontrar soluciones,
como por ejemplo hablar con aquellas personas que se quedan a cargo de
nuestros hijos para que hagan de mediadores y nos faciliten el poder
evitar una nueva situación de conflicto. Ellos, mediante su experiencia
profesional, sabrán como afrontarlo y solucionar el problema. Y tomarnos
esta situación como un aprendizaje para nuestros hijos, no dejarnos
llevar por la rabia y la impotencia de no poder escudarles siempre.
Aunque ya se sabe, las personas nos movemos más por emociones que por lógica.
Noe Muñoz.
Noe Muñoz.